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Sabiduría Mhuysqa
Hace unos años, Iniciamos un proceso de resignificación ancestral aquí, en este territorio mhuisqa, cumpliendo acuerdos antiguos que nuestros abuelos pensaron antes del encuentro de ambos mundos: el mundo de la gente del otro lado del mar y el de la gente de este continente. Nuestros abuelos ya sabían que eso iba a pasar. Entonces, ellos pensaron en varias estrategias para salvaguardar el conocimiento, y en este tiempo nos hemos dedicado a recordar esas maneras que dejamos para despertar.
Como bien lo anunciaron los incas para este tiempo, llaman Pachacuti a un ciclo de 500 años. Entonces este Pachacutti, ellos lo llaman el Inkarri.
El Inkarri el tiempo en que el inca vuelve a reconocerse como inca, en que el mhuisqa vuelve a reconocerse como mhuisqa, en que cada nación, cada tribu, cada persona se reconoce desde su ancestralidad.
Entonces, en este encuentro de ambos mundos, la profecía: vino algún abuelito europeo, se encontró con mi abuelita, cada uno nos heredó lo mejor de sí, nos entregaron la energía de la fuerza de ambos mundos. La energía del sol del otro lado del mar y la energía de la luna de este territorio y así poder cumplir profecías. Nosotros somos gente de la profecía. Entonces, ¿qué pasa?que en ese tiempo ocurrió como ocurrió, y no era como lo esperábamos. Entonces hubo que esperar 500 años. Este ciclo. Este Pachakuti de un carril es el tiempo donde se van la gente con la gente de estos territorios. Y en esa semilla, en esa luz del nuevo amanecer almas más puras, más afines, con la luz más conectadas con el amor por la energía del amor.
En Colombia se han realizado diferentes encuentros de abuelos y abuelas, del norte y del sur, cumpliendo una profecía que se llama La Profecía del Cóndor y el Águila.
Cuando el águila del norte en su vuelo se encuentre con el cóndor del Sur aparecerá la palabra del colibrí o la palabra dulce. Así la llamamos aquí.
Y decía, ese encuentro sucederá en las tierras del quetzal, en Centroamérica, o sea entonces la gente del norte tuvimos esos encuentros en Centroamérica. Porque todas esas gentes, tanto de norte Centro y Sur tienen una misma raíz que en algún momento, cuando se sucumbe Atlantida, todas esas gentes que estaban en un solo lugar. Ocuparon todos esos territorios. Entonces había unas divisiones mentales, pero siempre conectados, pero sabíamos que en algún momento nos íbamos a reunir.
Justo en el 2012 llegan los monjes del tigre a la Sierra Nevada de Santa Marta de Colombia, con unos bastones.
Y dicen: Nosotros cuidamos el rumbo de la Humanidad por estos 2 000 años en el Tíbet – les dicen a los mamos- y ahora a ustedes les corresponde cuidar el rumbo de la humanidad por los siguientes 2 000 años y les entregan esos bastones
Decir que la Sierra es como el Tíbet, va a ser como el nuevo Tíbet. En este lugar se encuentran las que nos van a permitir cuidar el estilo del rumbo de la Humanidad por este nuevo camino.
Entonces, para mí es un gusto, un honor estar aquí por lo menos detrás de la pantallita.
Llevo haciendo este trabajo desde mis 20 años, yo recibí mis procesos iniciáticos a mis 20 años.
Tengo 36 años, me he dedicado a eso. Me he estado preparando para esto, para compartir este mensaje desde aquí desde la ciudad, como agente puente para recordarle. Así que nosotros así estemos en la ciudad somos como semillas de tabaco, capaces de renacer dentro de este jungla de cemento, porque también tiene sus culebras aquí, en la ciudad. Igual que en la selva, en la selva también hay culebras. Si nosotros vamos a la selva, es complicado que podamos adaptarnos rápidamente. Lo más seguro es que nos vayamos a enfermar. Si vemos la Sierra, no más por el agua, por la comida de la alimentación o sea, se los digo, ha costado mucho por el contexto al que no estamos acostumbrados. Y por eso nacimos, para eso estamos aquí, para ser gente puente, para recordar, así sea detrás de la pantallita. Los muinanes murú salen de sus territorios cumpliendo la profecías de sus abuelos. Abuelos mhuisqas llegaron aquí, a estos territorios, a guardar esta memoria, el mambe y el ambil. Y es tiempo en regresar allá al centro, al ombligo, a recordarles a los muíscas que se quedaron ahí quiénes son. Entonces, llegan dos abuelos, el abuelo Víctor Martínez o y el abuelo Rodolfo Giagrekudo. Esos dos abuelitos ya nacieron, ya nacieron a la eternidad, y ellos inician la construcción de este lugar monumental Casa de la humanidad. Y empieza a llegar la gente de la Sierra del norte de Colombia, de la Sierra Nevada de Santa Marta: Koguis, Wivas, Arwakos, kanguamos, la gente de los llanos y la gente del Pacífico los Sembera, y empiezan a contar historias muy similares, y nos dicen lo mismo. Sus ancestros mhuisqas viajaron a nuestros territorios para guardar este conocimiento, para guardar estas mochilas.
Hoy venimos aquí a entregárselo a ustedes para que ustedes recuerden quiénes son y quiénes son sus ancestros y cuáles son sus medicinas, entonces empiezamos a encontrarnos. Empezamos a encontrarnos con las medicinas del viaje. Aquí le decimos al no le decimos a la ayahuasca, le decimos: ya nos encontramos con el viaje, nos encontramos con la palabra de la sierra, nos encontramos con la medicina del yopo, de los llanos, con los cantos de los sembera. Para nosotros, ese grupo de jóvenes, fue mucha mucha gente quien recibió esa resonancia, esos cantos, esas formas en las que se guarda la memoria a través de la tradición oral. Y nuestra labor ha sido resignificar la memoria mhuisqa en este territorio a través de las historias nuestra alma recuerda.
Dijeron, como semillas de tabaco renacerán entre las grietas de cemento. Y así fue.
Somos tabaco de cemento. Somos gente de ciudad, dentro del tabaquito. ¿Ven ustedes cómo es el tabaco? Si lo conocen, si tienen la oportunidad de verlo crecer, el tabaco crece y pega donde sea, donde haya tierra, donde haya una grieta, él crece y renace. Y así empezamos a retornar estas almas para este tiempo para, a través de diferentes símbolos, recordar quiénes somos y ocupar nuestro lugar en este tiempo.
Crea tu propia Tierra – Sonyaguar
Todos los caminos son válidos, como dice nuestro gran Juan Matus, el maestro de Castaneda: hay muchos caminos. La única herencia son los caminos que tienen corazón y los que no.
El Inkarri el tiempo en que el inca vuelve a reconocerse como inca, en que el muisca vuelve a reconocerse como muisca, en que cada nación, cada tribu, cada persona se reconoce desde su ancestralidad.
Estamos bombardeados de tanta información, de tantas cosas… qué plantas maestras, qué tomar… y no entendemos el principio, el 0. Queremos ir al 10 sin pasar por el 0 el 1 al 2 y y miramos mucho las culturas de otros lugares, la manera en que se comunican con la Tierra, la manera en que rezan, pero se nos olvidaba valorar y honrar donde nacimos, el territorio que nos dio la vida, su clima, sus matices.
Y como a mí me enseñaron mis abuelos y mis abuelas, que la mejor manera de aprender era contando historias, porque yo misma era una historia tejida en el gran tejido del gran misterio en ese telar y misterioso que muchas veces parece que una lo puede entender, pero otras veces solo queda el misterio.
Voy a empezar como empiezan nuestros abuelos y abuelas para aprender a escuchar y a escucharnos: por una pequeña historia, para vivir y explorar. Las historias, igual que los cantos, son eternas. Para que la puedas luego revisitar y compartir.
Dice así:
Se encontraba un científico en su gran laboratorio, viendo todo lo que había hecho.
Había creado el sol, había creado el aire, el oxígeno, había hecho clonaciones, había hecho todas las plantas y todo lo había podido hacer. Los seres humanos andaban en una evolución tan pero tan grande, que podían crear en un solo día lo que antes hubiera sido imposible. Tenían naves para viajar por todo el espacio. Tenían todos los avances tecnológicos, viajes en el tiempo, podían ponerse los ojos del color que quisieran, crear humanos a su conveniencia. Todo todo era tan posible. Y los humanos sintieron entonces eso de que ya no necesitaban nada, que ya lo habían descubierto todo, absolutamente todo, porque todo lo podían crear. La ciencia había ganado. Por encima de todo, la ciencia había demostrado una vez más para ellos, que todo tenía una razón de ser una reacción química y un montón de circunstancias controlables para dar la vida.
Y un día de esos, uno de esos científicos, uno de los más reconocidos que era el que podía crearlo todo, cuando va saliendo a su laboratorio, se encuentra con un hombre. Y este hombre, un hombre muy sencillo más o menos de 1.80, moreno, con unos ojos profundos.
Lo miraba a los ojos y le dice, hola, soy Dios. Y este hombre se ríe porque dice: Dios no existe. Hemos demostrado que no necesitamos a Dios, y empieza a tener una conversación con aquel hombre que dice ser Dios e intercambian palabras y palabras hasta que en un momento, Dios, que no necesita demostrar nada, porque él es todo, y a la misma vez no es nada, le dice: Veo todo lo que has creado. Veo que has hecho los animales que puedes crear la raza que tú quieras las que lo han creado según ustedes, pero yo te quiero hacer una propuesta.
Él dice, claro, dime Dios, cualquier propuesta, no te necesitamos, míralo, no te necesitamos.
Vale, vale, dice Dios, no me necesitan. Está bien pero vamos a hacer una última cosa. Vamos a crear un hombre, a ver quién lo hace más perfecto.
Si tú llegas a hacer un hombre más perfecto que el mío, simplemente yo me iré y no volveré a este universo ni volveré a estar con ustedes. Pero si yo gano, entenderás que todo tiene un orden y tiene un misterio y aceptarás la existencia de lo que no sabes.
Entonces el científico se ríe. En este momento el hombre se arrodilla y toma un puñado de tierra y entonces Dios, lo mira y le dice: no espera, espera. Primero crea tu propia tierra.
Es un cuento para sentir, y para que con el tiempo cuando estemos allí, creyendo que hemos entendido algo, recordemos, primero crea tu propia tierra antes de creernos más o creernos el ombligo del universo.